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El señor MONTES.-
Señora Presidenta , el tema de los ingresos de los parlamentarios en democracia partió con mucha fuerza en 1990, y tiene antecedentes históricos desde comienzos del siglo XX.
La Derecha se oponía completamente a la existencia de una dieta, y las actas de la época sobre el particular son reinteresantes. Y se resistía porque decía que iban a entrar personas solo por eso y no por la función pública, con argumentos exactamente contrarios a los que hoy día nos ha señalado la Senadora Ena von Baer, en los que no voy a entrar.
Fue en los sectores progresistas de la Izquierda donde se dijo que debía haber una dieta, un ingreso que permitiera a más gente cumplir este rol.
En el restablecimiento de la democracia, en 1990, se descalificaba la dieta considerándola como expresión de ilegitimidad y de abuso de los parlamentarios y de la política, etcétera. Tuvimos a dos Diputados de la época, Bombal y Orpis , que estuvieron por lo menos dos a tres años todos los días en constantes conferencias contra la dieta y señalando que había que rebajarla. Se dijeron cosas muy muy fuertes que no voy a repetir y que forman parte de la ilegitimidad que se ha mencionado acá de la política que se fue construyendo.
En ese entonces el Presidente de la Cámara de Diputados llegó a señalar que la dieta tenía que ser fuerte, porque si no, ¡los parlamentarios íbamos a robar...!
Creo que lo tocante a la dieta se ha tratado cada vez con más objetividad. Las cifras comparativas que ha dado a conocer la Biblioteca no son buenas, porque utiliza un coeficiente de paridad de poder adquisitivo que genera distorsiones, de 0,6. Si aplicáramos esa misma paridad respecto de los sueldos y de muchas otras cuestiones, en verdad, Chile estaría en una situación totalmente desproporcionada. Además, el Congreso chileno tiene una carga laboral distinta a otros parlamentos, que no está presente en las comparaciones que se hicieron, y la exclusividad del trabajo aquí se da por la vía casi de los hechos en la mayor parte de los casos.
De todas formas, a mi juicio, la ilegitimidad no surge solo de los privilegios, y en esto quiero ser muy fuerte: tiene mucho que ver con el sistema político y la pérdida de poder de la política en el mundo globalizado actual, con el debilitamiento de los sistemas políticos a nivel tanto nacional como internacional.
Creo que el debate real es sobre la desigualdad.
Los parlamentarios, además de otras cosas, somos un símbolo de abuso.
Yo estoy convencido desde siempre de que la dieta podría haber sido inferior. Presentamos en su momento varias mociones sobre el particular en la Cámara de Diputados, etcétera. Y también lo dije cuando asumí la presidencia del Senado: que era factible tener una dieta inferior, porque hay demasiado desequilibrio con el resto de la sociedad.
A mi juicio, esto no es solo para los parlamentarios ni solo para el Estado. En la sociedad se terminó haciendo normal la existencia de diferencias muy fuertes en muchos aspectos: en los ingresos; en las condiciones de vida y en numerosas otras cosas.
Soy un convencido de que lo principal, lo primero, lo básico de la desigualdad es lo cultural, es decir, los valores sociales, como que se hizo normal la existencia de este tipo de desequilibrio.
En tal sentido, pienso que este debate aporta y demuestra la importancia de asumir que aquello no es razonable y quienes estamos ejerciendo la función pública en sus distintos roles debemos dar cierto ejemplo.
Un país tan desigual no puede existir. Debemos hacer que el debate sobre nuestra dieta se vincule con la discusión sobre la sociedad que queremos, el tipo de sistema tributario, la ley sobre herencia, los paraísos fiscales, en fin.
Por último, señora Presidenta , el modelo de regulación de la dieta que nos está proponiendo la Comisión de Constitución lo encuentro bastante ponderado, sabio, y espero que se logre avanzar al respecto y se consolide. De modo que felicito a sus miembros por el trabajo realizado.
Sin embargo, creo que este es un debate más global sobre la dimensión valórica y cultural de la desigualdad. Y nosotros somos un símbolo de algo que debemos asumir y transparentar: que Chile tiene una desigualdad inaceptable.
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