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El señor ALLAMAND.-
Señora Presidenta , antes de iniciar este debate el Senado ya ha tomado una decisión; aquí no hay ninguna duda ni suspenso: la reforma será aprobada.
Por lo mismo, no tiene mucho sentido que me dirija de preferencia a la Sala, como es habitual entre nosotros. ¿Para qué hacerlo cuando la mayoría de los presentes están blindados a los argumentos y negados a las razones? ¿Qué sentido tiene intentarlo, cuando tuvieron oídos sordos para escuchar la opinión técnica experta de todos los Ministros de Hacienda de la Concertación y de la Nueva Mayoría?
No se me escapa que algunos de los nuestros darán hoy los votos decisivos para que la reforma avance; que fue el propio Presidente de Renovación Nacional quien abrió una puerta que luego no fue capaz de cerrar, aunque paradojalmente se haya abstenido, es decir, pronunciado en contra, en la votación correspondiente, y que la principal carta presidencial de la Centroderecha se haya transformado bruscamente en un entusiasta de la idea.
No me corresponde enjuiciar a nadie, cada uno es responsable de sus actos y de sus consecuencias, aunque al parecer hay algunos a quienes les importan mucho más las encuestas del día lunes que la coherencia con su pensamiento y el Gobierno al que dicen apoyar.
Tampoco ignoro que enfrentar la impopularidad no es un rasgo muy común en estos días, en medio del clima de amenazas que se ejerce contra nosotros. Y si es grave que tales amenazas existan, es aún mucho más grave que estén siendo efectivas y logrando su propósito.
Por lo anterior, me propongo hablarle directamente a la gente, a las personas que siguen este debate. Y lo hago porque creo que mi deber es contribuir a aclarar algunos aspectos del proyecto que al mismo tiempo explican por qué no lo apoyo, ya que, a mi parecer, sigue la receta clásica del populismo: pagar la ayuda presente con pobreza futura.
En efecto, a ustedes les han transmitido que podrán retirar como mínimo un millón de pesos, ¡y mucha gente así lo cree! Lo que no les han dicho es que ochocientas mil personas retirarán menos de 100 mil pesos y en dos cuotas; cuatrocientas mil personas retirarán menos de 200 mil pesos, y otras ochocientas mil retirarán menos de 500 mil pesos.
A ustedes se les ha señalado que el retiro del 10 por ciento tendrá gran impacto en sus pensiones futuras. Lo que no se les ha dicho es que ello será así solo para los más ricos, ya que para siete millones y medio de personas el retiro promedio será del 60 por ciento, dañando irremediablemente su pensión futura. Tampoco no se les ha dicho que tres millones de personas retirarán el total de sus ahorros para la vejez y, probablemente, muchos terminarán recibiendo solo la pensión básica solidaria que entrega el Estado.
A ustedes se les ha ofrecido un mágico fondo solidario, que les devolverá lo que ahora están retirando para compensar el daño previsional que finalmente han debido reconocer como inevitable. Lo que no se les ha dicho es que nadie les va a reponer lo que retiren y que para el Estado es materialmente imposible hacerlo.
A ustedes se les ha indicado, con voz engolada, que este Senado incluyó a todos los pensionados en la fórmula del retiro. Lo que no se les ha dicho es que los pensionados del sistema antiguo no podrán retirar nada y que tampoco podrán hacerlo los pensionados por renta vitalicia. Solo accederán los jubilados que tienen retiro programado, los que verán caer rápidamente sus pensiones.
Y a ustedes se les ha planteado como gran logro que nadie pagará impuestos, con sujeción al nuevo principio de universalidad. Lo que no se les ha dicho es que los más ricos recibirán del Estado un beneficio tributario superior a los mil millones de dólares, cantidad cuya magnitud habría permitido subir el IFE, para una familia de cuatro personas, de 400 mil pesos a 600 mil pesos mensuales.
Mucho menos les han dicho que todos los parlamentarios que están aprobando esta reforma podrán retirar 4 millones 300 mil pesos y que se han autoasignado un bono directo a sus bolsillos de 1 millón 700 mil pesos, cantidad que puede incluso crecer si tal suma se destina al APV.
Señora Presidenta , eso no es universalidad. Eso, en mi opinión, es ¡inmoralidad!
A ustedes se les ha hecho creer que el 50 por ciento del retiro va a estar disponible en diez días. Lo que no se les ha dicho es que difícilmente la logística y las operaciones necesarias para materializarlo permitirán hacerlo en ese plazo. Y, por supuesto, tampoco les han dicho que la venta a la carrera de las inversiones hará caer los precios de los activos, castigando a todos los afiliados: los que retiren y los que no lo hagan.
A ustedes se les ha hablado de que esta reforma castiga a las AFP. Lo que no les han dicho es que los dueños de las AFP retirarán, por disminución del encaje requerido, cerca de 200 millones de dólares en utilidades.
En definitiva, quienes promueven esta reforma han sembrado expectativas y cosecharán, a poco andar, la frustración de mucha gente.
Señora Presidenta, para ir concluyendo, quiero resaltar que el instrumento utilizado para esta reforma, elevar a rango constitucional materias propias de la ley, escapar de la iniciativa exclusiva presidencial y rebajar el quorum de reforma, constituye un perfecto resquicio constitucional, que trae a la memoria los llamados "resquicios legales"...
La señora MUÑOZ ( Presidenta ).-
Le queda un minuto, señor Senador.
El señor ALLAMAND.-
Agrégueme los tres minutos si es necesario.
La señora MUÑOZ ( Presidenta ).-
Muy bien.
El señor ALLAMAND.-
Y hago una sola intervención.
Decía que estábamos frente a un perfecto resquicio constitucional, que trae a la memoria los llamados "resquicios legales", propios de una época aciaga en nuestra historia.
Si la Oposición tiene el propósito de cambiar el régimen político, ciertamente está en su derecho de intentarlo. A lo que no tiene derecho es a socavar el régimen presidencial y pretender instalar, como algunos han reconocido públicamente, un parlamentarismo de facto, que es la antesala segura de una crisis política aún más severa que la actual y el prólogo de la ingobernabilidad y el retorno a la violencia.
Lo que sorprende es que señores Senadores ignoren la historia, ignoren que el parlamentarismo de facto en Chile nos legó en parte la revolución de 1891 y un período de inestabilidad política, atraso económico, despreocupación de la cuestión social, que duró hasta el año 1930.
Quiero concluir, señora Presidenta , con una breve reflexión que antes he formulado.
Hace unos días el rector Carlos Peña sostenía que la responsabilidad del político no era simplemente amplificar las demandas ciudadanas, sino someterlas a una deliberación política rigurosa para buscar las mejores soluciones. Es una afirmación muy pertinente a este debate.
Reitero que estoy plenamente consciente de que mi votación no es popular. Sin embargo, prefiero enfrentar la impopularidad que el ambiente enrarecido que la Izquierda radical ha instalado, que viene de la mano de las amenazas, muchas de las cuales tienen su origen en las redes sociales y el anonimato de los cobardes, que sumarme al coro de la demagogia, a la prédica de los profetas de la calle, al simplismo y al aplauso fácil de los adversarios.
La señora MUÑOZ ( Presidenta ).-
¿Ha concluido, Senador Allamand?
El señor ALLAMAND.-
Sí.
Muchas gracias, Presidenta .
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