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    • rdf:value = " El señor SANDOVAL.- Muchas gracias, Presidente. Por su intermedio, saludo a las ministras que nos acompañan el día de hoy. Aprovecho también de saludar a las organizaciones que representan el trabajo de instituciones a lo largo de todo nuestro territorio en la búsqueda de una institucionalidad, de una estructura que se haga cargo de una realidad respecto de la cual evidentemente como país, como sociedad tenemos el imperativo, y yo digo la obligación, de buscar los mecanismos necesarios para enfrentar las dificultades y corregir las falencias hasta donde sea posible. Chile enfrenta un escenario desafiante, sin duda. Hemos visto esto reflejado en diferentes análisis vinculados al envejecimiento, a la mayor expectativa de vida, a los menores nacimientos. Todos estos cambios por cierto implican una creciente demanda por servicios de cuidado. Y entendemos el derecho al cuidado en su triple dimensión: en la dimensión de cuidar, en la dimensión de ser cuidado y en la dimensión de autocuidarse. Es como un derecho universal y progresivo. En ese contexto, Presidente, pensamos que aquello nos impone un deber: la obligación moral y ética de asumir esa realidad, que sabemos oculta por muchos años, que todos conocemos. Hace un par de meses en mi región de Aysén me encontré con una vecina en la calle que me decía: " Don David , hace tres meses que no salía de la casa. ¡Hace tres meses que no salía de la casa!". Ello, porque muchos de estos cuidados domiciliarios son realizados -como bien se ha señalado, y las cifras así lo indican- mayoritariamente por prestadores que son la propia mujer, la madre, la esposa, la hija o la hermana. Esa es una realidad que ciertamente nos impone desafíos. Me acuerdo de que en la tramitación de la reforma previsional planteamos algo de esto y recogimos algunas ideas que son antiguas también, como el caso del seguro de dependencia a que se hizo mención en algún minuto dado. Incluso hubo un tiempo en que señalamos que las cuidadoras domiciliarias deberían ser beneficiarias de la misma pensión que recibe la persona objeto del cuidado. Por eso este proyecto, que se hace cargo de esa realidad, tiene diversas dimensiones. Existe una dimensión humana, en el sentido de que hay que hacerse cargo de quien requiere los cuidados. Por cierto, allí necesitamos articular una red adecuada y eficiente que haga efectivo que las personas que se encuentren en esa condición reciban en definitiva las atenciones pertinentes. Además, hay una dimensión profundamente social; es un proyecto de esa naturaleza: humana y social. Independientemente de la instancia que administre esto, sean instituciones públicas o privadas, ese no es el objeto; más allá de quién lo organiza o de quién es el prestador, detrás de cada una de ellas evidentemente que se hallan los cuidados de las personas que requieren esta visión estratégica distinta. Se ha mencionado también la existencia de una dimensión laboral en los cuidadores, o cuidadoras esencialmente, que son personas que se inhiben del trabajo, de su calidad de vida, de mil cuestiones que ciertamente las afectan. Y a lo largo de las regiones hemos conocido numerosos ejemplos. Conocí otro caso en Puerto Aysén, el de tres hermanas: una, con dependencia severa; la otra, con problemas cognitivos, y la mayor de ellas, todas adultas mayores, encargada del cuidado de las otras dos. ¡Imagínense la calidad de vida de esas personas en la dimensión del hogar! Hay que ponerse en su lugar, no solamente en el frío esquema de lo que significa la tramitación de un proyecto de ley: valores, principios, etcétera. Existe una dimensión humana de la cual hay que hacerse cargo, porque efectivamente afecta a numerosas personas a lo largo de nuestro país. Por eso, Presidente , recientemente, en el caso de nuestra región, por ejemplo, pedimos un estudio sobre la ley N° 21.545, llamada "ley TEA". En mi región hay setecientas cinco personas diagnosticadas con esta realidad. ¿Y quiénes son las cuidadoras? ¿Cuáles son los requerimientos? ¿Cómo nos hacemos cargo de aquello? ¿Cómo hacemos efectiva la inclusión? Ayer, en la Comisión del Adulto Mayor y Discapacidad, un joven, Sergio Mejía, de las agrupaciones de síndrome de Down, nos planteaba -y estas entidades también- la diversidad de situaciones que se dan en esta realidad. Porque todo el aparataje institucional de atención, en estos casos, se limita con la edad: ¡los mayores quedan fuera! Y hemos visto la experiencia. Recordamos el caso de la Escuela Especial España, que por años ha estado prestando diversos servicios a los jóvenes. Y luego, al salir del sistema, ¿qué pasaba con ellos? Quedaban en la calle, sin atención y sin cobertura. Por todo lo expuesto, Presidente, valoro significativamente las precisiones que realizó la ministra. Creemos que durante la discusión en particular habrá que hacer una mejora sustantiva; pero, con el mayor agrado, voto a favor de este proyecto. Muchas gracias. "
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